Casi dos años después del inicio de la pandemia, el sector social vive un momento único: la fuerza de las donaciones, omnipresentes en los primeros meses de 2020, ya no es tan intensa, aunque las necesidades no han hecho más que aumentar. Los espacios tradicionales de colaboración y acción presencial siguen restringidos y la convivencia online ha abierto todo un mar de posibilidades. Se espera que los efectos de la crisis de Covid-19 duren hasta el nuevo año y las donaciones son cada vez más digitales.
A continuación enumeramos cinco tendencias para la filantropía, basadas en los principales informes del área y en insights de la experiencia en el tercer sector. Estas son algunas de las muchas formas posibles para que nuestra sociedad abrace la solidaridad de manera comprometida y responsable.
1. Los eventos híbridos serán la nueva normalidad
Muchos esperan con impaciencia la interacción cara a cara y un contacto más estrecho en eventos que fomenten el intercambio de ideas, experiencias y conexiones. Pero tampoco podemos negar que las vidas redujeron los costos de los presupuestos ajustados y ampliaron las posibilidades geográficas de participación, algo extremadamente positivo en un país de dimensiones continentales.
El año que viene debería combinar estas dos variables en eventos híbridos: reuniones presenciales que permitan también la participación remota mediante transmisión online. Con el dominio de herramientas como Zoom y similares, las interacciones se vuelven más enfocadas y breves, sin comprometer el contenido.
Esto no significa que se descarten vidas: su popularidad es innegable y debería mantenerse fuerte en 2022, superando los momentos de incertidumbre provocados por el avance de nuevas variantes del coronavirus. Pero no esperéis cifras estratosféricas, ya que el cansancio producido por el uso excesivo de las pantallas ha equilibrado a la audiencia en niveles más manejables.
2. Donación cada vez más digital
En los últimos años, las transacciones financieras han migrado rápidamente a métodos electrónicos, especialmente en los grupos de altos ingresos. Pero la verdadera revolución tiene sólo un año y se conoce con tres letras: PIX. Adoptado masivamente por la población, el método de pago instantáneo llegó con fuerza al sector social y redujo la burocracia de las cotizaciones, que ahora tienen menor valor y aumentan de escala.
En 2022, PIX debería seguir creciendo, con nuevos métodos de uso, y avanzar en los métodos de contribución clásicos: donaciones recurrentes con tarjeta de crédito y recibos bancarios. Los avances en agilidad y fiscalidad son significativos, aunque importantes cuestiones legales siguen en disputa.
Otras formas de donación también deberían ganar protagonismo el próximo año, como a través de NFT, como se denominan tokens no fungibles. El acrónimo designa un certificado que garantiza la propiedad de un producto existente en el universo digital, dando fe de su autenticidad y exclusividad.
En 2021, seguimos subastas de artículos virtuales que donaron donaciones a organizaciones de la sociedad civil en Brasil y varios otros países. Este debería ser el camino que adopten las empresas que comiencen a experimentar con las posibilidades del metaverso y las criptomonedas, y que podría ser una importante fuente de ingresos para el sector social en el futuro.
3. Empresas que median en donaciones
Desde el inicio de la pandemia, cuando se pudo notar la movilización de empresas para donar y contribuir a paliar los efectos de la crisis del Covid-19, hemos visto la multiplicación de botones de donación en aplicaciones como iFood, Ame y Mercado Pago. . Además, damos seguimiento a varias campañas con mecánicas de igualación, en las que la empresa se compromete a multiplicar el monto donado.
A pesar del enfriamiento de estas acciones en comparación con los primeros meses de la pandemia, en los que el volumen de acciones estuvo muy por encima de la media, notamos la persistencia de iniciativas de donación corporativa, como la experiencia de rounding up change, por ejemplo.
Con el avance de la agenda ESG y la experiencia de la pandemia, la tendencia es que las empresas asuman el rol de intermediarias y promotoras de donaciones, aprovechando su estructura consolidada para realizar pagos. También es una adaptación a las demandas de los consumidores, que exigen actitudes más activas y responsables por parte de las empresas.
4. Recopilación y procesamiento de datos
Nadie está en desacuerdo con que la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales para el sector social, especialmente en Brasil, donde la confianza en las organizaciones es injustamente baja. En un mundo impulsado por datos y análisis, los financiadores exigen cada vez más la recopilación organizada y estratégica de información. También avanza el uso de metodologías de medición del impacto social, que buscan cuantificar los resultados de las acciones sociales en categorías comparables.
Otro desafío importante para 2022 se refiere a las adaptaciones vinculadas al cumplimiento de la LGPD (Ley General de Protección de Datos). Acostumbrado a tratar datos sensibles, el sector social debe adaptarse a las imposiciones de la legislación, que busca aportar más seguridad y privacidad a todos los ciudadanos.
5. Soluciones locales a problemas locales
Parece obvio, pero esta máxima parece ignorada desde hace algún tiempo: las personas y territorios que atraviesan una determinada situación (ya sea falta de infraestructura adecuada, casos de vulnerabilidad social, entre otras) generalmente son capaces de proponer soluciones que tienen más posibilidades. de trabajar en la práctica. .
Este es uno de los legados importantes de la pandemia: las organizaciones y comunidades locales se organizaron con gran capilaridad y eficiencia en un momento en que los sectores público y privado aún estaban dando sus primeros pasos. Quedó claro que, sin una logística final, las donaciones no pueden llegar a quienes las necesitan.
La creación de redes de apoyo y financiamiento, además de fondos de emergencia, contribuyó a fortalecer el trabajo de organizaciones con vínculos establecidos en sus respectivos territorios. En 2022, deberíamos ver una multiplicación de acciones en esta dirección, además del traslado de la financiación de los grandes donantes a proyectos existentes (lo que llamamos concesión de subvenciones) en lugar de a nuestras propias iniciativas.