La crisis provocada por la pandemia de Covid golpeó duramente a los más pobres e hizo que Brasil atravesara un período muy difícil de su historia. Si bien muchos sectores de la sociedad todavía intentaban articularse para brindar asistencia, la resiliencia de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) pudo brindar respuestas rápidas y efectivas a la sociedad.
La confianza depositada en la filantropía a través de miles de pequeñas donaciones ayudó a evitar que millones de personas quedaran en la indigencia. Las movilizaciones , campañas y networking no pueden limitarse a ocurrir únicamente en situaciones de emergencia.
Las acciones de apoyo a la sociedad civil organizada necesitan nuestro apoyo constante para que Brasil entre en un ciclo positivo de transformación social. Y este cambio pasa por fortalecer la cultura de la donación.
Al normalizar el hábito de dar, plantamos inspiración para, algún día, cosechar cambios. Ejercer la ciudadanía mediante donaciones económicas o voluntariado recurrente ayuda a construir una sociedad más justa y madura. Si no podemos abrazar todas las causas, podemos cambiar “pequeños mundos” y, junto con nuestros esfuerzos, tenemos, de manera colaborativa, el poder de transformar la comunidad, la ciudad, el país y el planeta.
Alimentar esta cultura y apoyar a las OSC para acelerar la transformación sistémica son los mayores desafíos en la adversidad del actual escenario brasileño.
Nuestro país aparece en la posición 54 del Global Solidarity Ranking, el World Giving Index 2021 , un estudio de la organización Charities Aid Foundation realizado con investigaciones en 114 países el año pasado. Estamos incluso lejos de nuestro vecino Paraguay, que ocupa el puesto 23.
La cuestión cultural pesa tanto que el ranking lo lidera Indonesia, un país con mucho menos poder económico que Estados Unidos, que sólo aparece en la posición 19.
En otro estudio, el IDIS (Instituto para el Desarrollo de la Inversión Social) analizó el perfil de los donantes individuales brasileños con la Encuesta Donación Brasil 2020 e identificó que la práctica de donar por parte de individuos mostró una caída significativa en comparación con 2015. El valor donado en los respectivos años cayó de R$ 13,7 mil millones (0,23% del PIB) a R$ 10,3 mil millones (0,14% del PIB).
Hoy en día, con los avances tecnológicos, es más fácil para las OSC rendir cuentas del uso de sus recursos y para la sociedad monitorear los informes de transparencia en línea. Saber cómo se invirtió el dinero de la donación y cuál es el impacto positivo genera una invitación a ampliar el compromiso y atraer a no donantes.
Contar historias de personas que se beneficiaron de donaciones también tiene un enorme poder inspirador, como podemos ver en las directrices del documento Por un Brasil + Donante Siempre , elaborado por el Movimiento por una Cultura de Donación.
A través del ejemplo, al generar empatía, el deseo de contribuir a mayores cambios tiende a aumentar.
Entendiendo que la filantropía no es una cuestión de aliviar conciencias, sino una inversión en el futuro colectivo y, sobre todo, un acto de ciudadanía en la búsqueda de soluciones, podremos construir juntos un país con inmensas oportunidades.
Por Carola Matarazzo
Este texto fue publicado originalmente en el sitio web Folha de S.Paulo .